29.9.08

INTRODUCCIÓN A LA MUERTE

El amanecer llegó rápidamente, casi sin sentirse. Las horas habían pasado tan deprisa que a Alastor le costó adaptarse a la luz en cuanto sintió el sol. Su aspecto era desastroso. Tenía las uñas de las manos largas y su pelo estaba sucio y alborotado. Su barba estaba de semanas, su ropa llena de agujeros y tierra y estaba descalzo. Colocó su mano sobre su cara intentando hacerse sombra y poder ver más lejos. Se encontraba en el medio de un valle desierto. No había ni una planta a cincuenta metros a la redonda. Alastor achicó los ojos para ver un poco más. A lo lejos pudo divisar una serie de árboles que se levantaban prepotentes. Algo le decía que debía ir hasta allí. Dio un paso y en ese instante se dio cuenta que no tenía ningún tipo de calzado. Se miró la ropa toda rota y puso cara de extrañamiento, no entendía que había pasado, hace unos segundos él estaba en su cuarto durmiendo y ahora estaba solo en el medio de la nada y con un aspecto horripilante. Se buscó por el cuello la cadenita que su madre le había regalado cuando él era pequeño pero no la encontró. Intentó recordar como había llegado allí pero no pudo acordarse. “Debe ser un sueño” pensó. Pero al dar otro paso, su pie se chocó contra una pequeña piedra y comenzó a sangrarle. El dolor le penetró hasta en el más agudo de sus sentidos. En ese momento supo que nada de eso era un sueño y asustado comenzó a caminar hacia el bosque, rengueando y con mucho cuidado para no pisar ninguna otra cosa.
Minutos más tarde, a los que Alastor le pareció una eternidad, llegó a la hilera de árboles y se adentró en el bosque. Se hizo paso entre las ramas con cuidado, caminó un par de metros más y se detuvo. Miró a su alrededor: solo veía árboles y más árboles. Pegó un grito de ayuda que retumbó en todo el bosque, pero nadie respondió. Alastor continuó caminando hasta que pudo divisar otro claro al otro lado. Se apresuró a llegar a él y en cuanto estuvo ahí se quedó helado. Sus ojos se abrieron de par en par y su cuerpo comenzó a temblar. Pegó un grito ahogado y retrocedió un paso. Frente a él se encontraban cerca de diez cadáveres humanos, tirados en el piso y llenos de sangre. La escena era de un horror indescriptible. Alastor intentó a huir pero en ese momento se percató de algo que brillaba por entre medio de todos esos cuerpos: su cadenita.

28.9.08

INTRODUCCIÓN A LA VIDA

Gabriel yacía en el piso inmóvil bajo la fuerte lluvia. Las gotas caían pesadamente sobre su cuerpo sin que éste reaccionara. Sus ojos estaban cerrados y su rostro estaba más pálido que de costumbre. Estaba tirado entre el barro y entre las hojas. Su pelo estaba totalmente sucio y su cuerpo reflejaba heridas profundas por las cuales la sangre brotaba y se mezclaba con el agua de la lluvia y el barro. Lo rodeaba la infinita espesura del bosque el cual estaba más tenebroso que de costumbre. Todo era silencio, el único sonido que se escuchaba eran las gotas cayendo fuertemente en el piso y sobre el maltratado cuerpo de Gabriel.
El crujir de unas ramas irrumpieron en la soledad. Alguien se acercaba. Por entre los árboles salió apresuradamente Iara. Su aspecto era desastroso, su pelo estaba alborotado, sus ojos estaban inundados en lágrimas y estaba enteramente mojada. Agitada se acercó con dificultades al cuerpo de Gabriel. Ya no tenía fuerzas para moverse. Se dejo caer de rodillas a su lado manchándose de barro los pantalones. Lo miró con desesperación y horror. De su boca no salía ningún sonido, estaba paralizada por el miedo. Instantes más tarde pudo soltar un grito, un grito de tristeza que desgarró el aire y que hizo estremecer hasta los árboles. Con sus últimas fuerzas y llorando inconsolablemente tomó el cuerpo de Gabriel entre sus brazos y lo abrazó fuertemente. Cerró con fuerza los ojos e intentó sentirlo por última vez. Las lágrimas caían por sus mejillas mientras la lluvia los mojaba más y más, pero a ella ya no le importaba. Una lágrima de Iara resbaló por su mejilla y cayó suavemente sobre el pecho de Gabriel. Fue entonces cuando Iara abrió los ojos y se dio cuenta que el sol estaba saliendo y un hermoso, enorme y perfecto arcoiris había aparecido en el cielo.